sábado, agosto 31, 2013

56-Cierre y apertura.

El pecador no está en camino hacia el Buda, no está evolucionando, aunque no nos lo podamos imaginar de otra forma. No; en el pecador, ahora y hoy, ya está presente el Buda, su futuro ya vive en él. El Buda en potencia que se alberga en el interior de cada persona, en ti, en mi, debe ser reconocido y respetado.
Sin embargo, en ocasiones Siddartha necesitó adoptar un enfoque distinto y trazar ciertas diferencias doctrinarias esenciales entre su ley y la filosofía de los Upanishads. El gran filósofo budista Nagarjuna identifico cuatro grandes métodos de exposición en las enseñanzas de Siddartha. El primero fue predicar de acuerdo con los deseos y necesidades de las personas que lo escuchaban; el segundo, enseñar de acuerdo con la capacidad intelectual de sus interlocutores; el tercero, explicar la enseñanza refutando y corrigiendo los vicios y errores de sus seguidores; el ultimo, predicar la verdad suprema solo cuando los discípulos habían llegado a un alto nivel de desarrollo y estaban preparados para comprenderla.
-Fijate en él-
Estupefacto, Ananda dio un codazo a Chandaka con tal fuerza que casi lo derribó al suelo. Habían acudido a Benares, desde Sakya, para ver a su amado Siddartha, que se había convertido en Buda, el iluminado. Así lo llamaban todos.
Estaban rodeados de un numeroso grupo de gentes venidas de todas partes, hombres, mujeres y niños: aristócratas luciendo unos turbantes adornados con rubíes, artesanos de manos ásperas, guerreros cubiertos con armaduras, las castas inferiores, los carniceros, los verdugos, cuyos cabellos largos y sueltos los hacían fácilmente inidentificables. Todos estaban sentados en el suelo, esperando contemplar y oír a Buda.
Los pájaros cantaban en los árboles. El parque donde se habían congregado era un lugar agradable, tapizado de hierba y sombreado con abundantes mangos. Las mariposas revoloteaban entre las flores naranjas. En la superficie del estanque flotaban unos fragantes nenúfares, mientras unos cisnes blancos se deslizaban airosamente sobre las aguas. El intenso y dulce olor de la primavera impregnaba la atmósfera.
Una pareja de ciervos inmóviles, temblorosos, dispuestos a emprender la huida a la primera señal de alarma, observaba con curiosidad un pequeño promontorio sobre el que se hallaba un hombre que irradiaba una extraña luz. Llevaba el cabello recogido en la nuca y sus ojos expresaban una gran sabiduría. Todos los presentes tenían la mirada fija en el Ananda reconoció la vieja túnica roja que llevaba Siddartha la ultima vez que lo había visto, la cual se había desteñido y presentaba un color anaranjado… Era Buda.
-Que aspecto tan extraño tiene vestido con ese viejo Dhoti, sin las espléndidas joyas de las que tan orgulloso se sentía… y con esa luz que lo rodea. Parece mágico.-murmuró Ananda.
Ese hombre ya no era Siddartha, sino una extraordinaria presencia.
-Está muy cambiado.-observó Chandaka.
Ananda sonrió al recordar sus pensamientos cuando era joven: Siddartha, la crisálida. Desde luego, se había convertido en la primera y más hermosa mariposa.
Todos guardaron silencio cuando Buda juntó las manos, formando una pequeña rueda con los pulgares y los índices.
-Todo se abrasa.-dijo. Su suave y al mismo tiempo poderosa voz impresionó a todos los presentes.-Los ojos se abrasan debido a lo que ven Los oídos se abrasan debido a lo que oyen. La piel se abrasa debido a lo que toca. Todos los sentidos y la mente arden de lujuria, odio, tristeza, debido al nacimiento, al sufrimiento y a la muerte. Todos sufrimos. Pero es posible poner fin al sufrimiento. Podemos triunfar sobre nuestros vínculos y nuestras pasiones, que nos hacen aferrar a una ilusión. Podemos vivir sin ataduras, en unas regiones mas elevadas que los dioses. Las cuatro nobles verdades conducen a la salvación; el nacimiento, la decadencia, la enfermedad y la muerte representan sufrimiento, nuestra misma existencia es sufrimiento.
Ananda trato de recordar cuanto veía y oía. El viejo monarca, Suddhodana, le exigiría una detallada descripción de lo sucedido. Deseaba acompañarlos, pero estaba muy viejo para emprender un viaje tan largo. Entretanto, el y Asvapati se harían compañía y seguirían discutiendo, como de costumbre, hasta que consiguieran alcanzar el Nirvana. Ananda pensó en la sorprendente mezcla de gentes que habían acudido, de todas las castas, razas, edades y orígenes. Por supuesto, a Siddartha nunca le había importado la procedencia social de la gente. Si Asvapati, el brahmán, hubiera estado presente, se habría escandalizado.
-Es extraordinario!-exclamó Chandaka.-Todos ellos con la vista dirigida hacia un hombre que era amigo nuestro, el hijo de Suddhodana, para que los guíe.
-La verdad del origen del sufrimiento es el afán con que los seres humanos se aferran a la existencia del ser, el nacimiento y la reencarnación.-prosiguió Buda.-A los deseo de “yo soy”, “yo necesito”,”yo quiero”. El afán de preservar lo que no puede durar, la vida, la juventud, haciendo caso omiso de lo más importante. La verdad sobre como suprimir el dolor es rechazar este afán eliminando por completo el deseo.
Ananda estaba triste. Sakya, su familia y sus amigos habían desaparecido. Poco a poco empezó a encontrar consuelo en las palabras del único amigo que le quedaba, aparte de Chandaka.
Debo unirme a él, pensó Ananda. Al menos estaré junto a él. Podré ayudarlo, seguirlo, buscar la iluminación…
-Tened presente que el karma configura vuestro destino futuro.-continuó Buda.-Vuestros actos influyen en la eternidad. He aquí la tercera verdad: seguid el óctuplo camino que conduce a la eliminación del dolor. Permaneced alertas y procurad comprender la condición humana. Difundí la verdad. Hace que cada uno de vuestros actos vaya dirigido contra la maldad y a favor del bien. Elegid una profesión que no contenga ningún elemento de crueldad, y así os conservareis puros. Vigilad vuestra conducta y aprended a meditar a través del yoga. Experimentad únicamente sentimientos sin maldad, codicia o ira. Hablad con pureza. No creáis en algo solo porque lo haya dicho un sabio, porque otros lo creen. Creed solo lo que consideréis cierto. No permitáis que un brahmán se interponga entre vosotros y vuestra meta.

lunes, agosto 12, 2013

55-Yashas.

La tradición ha conservado el famoso sermón de Benarés, resumen de la doctrina de Siddartha.
-Me llamaís amigo pero no me dais mi nombre verdadero. Yo soy el Liberado, el Iluminado, el Iniciado, el Bienaventurado, el Buda. Prestad atención: ha sido hallada la liberación de la muerte. Yo enseño la doctina y os digo que si vivís según sus preceptos, según sus normas, según sus enseñanzas, alcanzareís la santidad perfecta y absoluta y hasta en esta vida conocereís la verdad. Ya basta de mortificaciones, puesto que es bastante con renunciar a todos los placeres de los sentidos materiales. Esta es ¡Oh amigos mios, la santa verdad para la eliminación, para la conquista del sufrimiento; la supresión del ansia por la destrucción del deseo, apartandolo, desligandose, liberandose del mismo. Esta es¡Oh monjes y amigos mios!, la santa verdad sobre la eliminación del dolor.
Es harto dificil disparar flecha tras flecha contra el agujero estrecho de una cerradura situada a larga distancia y acertar todos los tiros, sin fallar ninguno. Más dificil resulta todavia disparar y atravesar con la punta de un cabello cien veces hendido, un fragmento de cabello también hendido.-
Después de la conversión de los cinco ascetas, Siddartha permaneció un tiempo en Banaras junto a sus nuevos discípulos. Banaras era la capital del poderoso reino de Kashi, situado al noroeste de Magadha, en la India central.
Prospero centro comercial, se hallaba situado en un punto estratégico donde convergían rutas de transporte terrestre y fluvial, y donde se llevaba a cabo un importante trafico de mercancías con los estados vecinos. Al igual que Rajagriha, la capital de Magadha, Banaras o  Benares, parece haber sido cuna de una nueva clase de opulentos mercaderes. De hecho, el primer discípulo de Siddartha, después de los cinco ascetas, fue un joven llamado Yashas, hijo de un rico comerciante de Banaras.
Siddartha pasó sus días en el Parque de los Ciervos exponiendo la Ley a los cinco acetas que se habían convertido en sus discípulos.
En cierta oportunidad, cunado estaba descansando, vio que se aproximaba un joven. Se quejaba y suspiraba lastimeramente:
-¡Oh, cuanto sufrimiento! ¡Cuanta amargura!-
Su nombre era Yashas. Era hijo de una familia rica y, hasta ese momento, había vivido en el lujo y la comodidad, con un sequito de doncellas que respondían a todos sus antojos. Sin embargo, no estaba satisfecho. Sentía que su vida estaba vacía, tan yerma como un cementerio. Por eso, había huido del hogar.
Criado en medio de lujos, Yashas tenía tres residencias: una para la estación lluviosa, otra para los meses estivales y una última para pasar el invierno. Yashas era constantemente atendido por un desfile de doncellas, y su vida era un festín interminable, engalanado de danzas y de música.
Pero a pesar de estas circunstancias, a cual más placentera, internamente Yashas se sentía desencantado de esa vida de indulgencia sensual; cuanto más deleites ponían a su alcance, más hondas se tornaban su angustia y su sensación de vacío espiritual. Finalmente, una noche huyo de su hogar y comenzó a deambular en busca de paz espiritual, y fue entonces cuando conoció a Siddartha.
Este descansaba en Sarnath cuando escuchó al joven llorar atormentado. Lo invito a sentarse junto a él, le aseguró que ya no tendría mas motivos de angustia y comenzó a predicarle la ley. Yashas, que solo había conocido el vacío espiritual hasta entonces, respondió a las palabras de Siddartha con júbilo y decidió abrazar la nueva religión.
No le habló de inmediato sobre la Ley de la vida. Con envolvente calidez, le habló sobre la manera correcta en que debían vivir las personas y le señaló la necedad de una existencia esclavizada por el deseo. Yashas sintió que su corazón se purificaba.
Cuando Siddartha vio que el joven había recuperado la compostura, comenzó a exponer una parte de la Ley. Yashas lo escuchaba con mucha atención, sus mejillas sonrosadas denotaban su interés. Comenzó a surgir en su interior el deseo de abrazar la Ley. Siddartha había empezado por brindar al desesperanzado jovan un cálido apoyo.
En cuanto a Yashas, en su hogar se había producido una gran conmoción. Su adinerado padre había enviado sirvientes en todas direcciones, pero no había podido esperar; él mismo había partido en busca de su hijo.
Finalmente llegó al parque de los ciervos donde encontró a Siddartha. Este le expuso la Ley,  y el ansioso padre se impresionó enormemente. Al escuchar la enseñanza, tomó conciencia de que la riqueza y la fama no eran todo en la vida. Descubrió el sendero eterno de la verdad única para toda la humanidad y, al igual que Yashas, decidió seguir a Siddartha. Sin embargo, como jefe de su clan, no le era posible abandonar sus responsabilidades para ingresar en la comunidad religiosa. En cambio, se dedicó a la práctica budista como creyente laico. También permitió que su  hijo dejara el hogar y renunciara a la vida secular.
Además, invitó a Siddartha a su hogar para que lo escuchasen predicar su esposa y su nuera; y ambas abrazaron la nueva fe. Un significativo encuentro que las llevó a convertirse al Budismo. Por otro lado, los amigos de Yashas, que siempre lo habían admirado por su inteligencia brillante, también quisieron conocer su nueva vida como monje. Cuando fueron a visitarlo y escucharon predicar a su maestro, todos ellos también se sumaron a la orden.
En el mundo de la fe, el despertar de una persona jamás termina ahí, sus reverberaciones fluyen hacia innumerables seres, como pequeñas olas que se expanden en un estanque.
Yashas era un joven honesto y muy apreciado. La noticia de su ingreso en la vida religiosa se difundió entre sus amigos con la velocidad de un rayo. Curiosos por saber más acerca de la persona que lo había cautivado, como también acerca de la enseñanza que predicaba, fueron a visitar a Siddartha. Después de ese encuentro, ellos también, uno tras otro, abandonaron el hogar para empezar a transitar el nuevo camino. Pronto, el número creció hasta sobrepasar los cincuenta.
Atesorar a cada persona, forjar a cada individuo es la fórmula inalterable que conduce a la propargación amplia del Budismo.
En el Parque de los Ciervos, unos sesenta seguidores se reunieron en torno a Siddartha y lo aceptaron como maestro. Aunque pocos en cantidad, constituían una orden religiosa.

sábado, agosto 03, 2013

54-El primer sermón.

El Buda continuó su camino modestamente, entregado a sus pensamientos; su rostro sereno no era alegre ni triste. Parecía sonreír levemente en su interior. Caminaba el Buda con una sonrisa enigmática, sosegada, tranquila, parecida a la de un niño sano; llevaba el hábito y caminaba igual que todos los demás monjes. Pero su cara y su manera de andar, su mirada tranquila y modesta, su mano suave y quieta y aun cada dedo de esa mano, hablaban de paz, de perfección; no buscaba, no imitaba; respiraba suavemente, reflejando una tranquilidad imperturbable, con una luz imperecedera, una paz intangible.
Ese bosque era punto de encuentro de anacoretas brahmanes. Por lo tanto, Siddartha no debe de haber practicado austeridades en soledad; lo más probable es que haya aprendido de sus semejantes diversos ejercicios y métodos, aunque no sabemos su estudio bajo la guía de algún asceta especifico, si prefirió la compañía de alguno en particular. La leyenda sostiene que, por este medio, algún día Siddartha habría de iluminarse sin falta. Como veremos, entonces, fue a estos cinco ascetas o Bhikshus a quienes dirigió su primer sermón.
Al parecer, transcurrió un mes o poco mas entre el día en que Siddartha obtuvo la iluminación y el momento en que predico su primer sermón en Sarnita, cerca de la ciudad de Banaras o Benarés. La distancia que separa a Buddh Gaya (donde Siddartha se iluminó) de Banaras es aproximadamente doscientos kilómetros.
Para ese primer sermón escogió ir a Banaras y no a Magadha porque quería predicar a los cinco Bhikshus o ascetas con quienes anteriormente había compartido la práctica de austeridades, y en ese momento los cinco se encontraban viviendo en Banaras.
-Yo vestía ropas de seda y mis ayudantes sostenían un parasol blanco sobre mi cabeza para preservarme de los rigores del sol, la lluvia o el viento. Mis perfumes, mis pomadas, mis ungüentos, siempre se adquirían en Benarés.-
Los conocía muy bien, por los muchos años de vida ascética que había compartido con ellos; en virtud de esta larga amistad, nos resulta natural que haya querido transmitir a estos camaradas antes que a ningún otro, los hallazgos de su reciente iluminación. Por espléndidas que le resultasen sus propias ideas, si no lograba exponerlas de manera convincente a las personas a quienes más conocía, jamás podría enseñar la verdad al pueblo en general. El hecho de que haya escogido como primeros interlocutores a sus viejos compañeros de búsqueda no hace sino poner de relieve su humanismo solidario y benevolente.
En el Parque de los Ciervos, sus cinco compañeros estaban practicando austeridades con diligencia, cuando uno de ellos vio a la distancia una figura que se aproximaba.
Le dijo a los demás:-¡Eh! ¿No es Gautama? Me pregunto que lo traerá por aquí...-
Otro agregó despectivamente: -Pensé que, antes que ninguno, Gautama lograría la iluminación soportando severas austeridades. ¡Entonces, de repente, abandonó la práctica! Al final, optó por una vida cómoda. Es un desertor. Cualquiera sea la razón de su regreso, no es asunto nuestro. No es necesario que nos molestemos en levantarnos para recibirlo o mostrarle alguna cortesía.-
Los cinco ascetas observaron con frialdad la silueta de Siddartha que se aproximaba.
Los cinco ascetas permanecieron sentados en inflexible silencio, observando con empaque gélido. Siddartha caminaba con gran dignidad. Se acercó, y les dirigió la palabra sonriendo. A pesar de sí mismos, todos se pusieron de pie. La voz poseía una fuerza tan atrayente, que no pudieron ignorarlo.
Cuando Siddartha se presento ante los cinco ascetas para predicar su primer sermón, que ejercería un extraordinario impacto en su propia vida y en la historia espiritual de la humanidad, fue recibido con cierta cuota de frialdad.
-Pues bien, aquí llega nuestro amigo Gautama, el que prefirió los placeres, el que renuncio a las austeridades en favor de la indulgencia. No es necesario que nos pongamos de pie para ir a su encuentro, ni que extendamos nuestras manos para recibir su túnica o su escudilla. Pero si lo desea, aceptaremos su compañía y le ofreceremos un buen lugar donde sentarse a nuestro lado.-
La actitud inicial de aquellos enseguida cedió paso a la cordialidad y al respeto. Sin embargo, convencidos de que Siddartha no había logrado una iluminación genuina, mantuvieron un tono informal y coloquial.
Les dijo que había logrado el supremo despertar y que había viajado hasta el Parque de los Ciervos para compartir con sus antiguos compañeros de prácticas ascéticas la gran verdad de esa iluminación.
Rehusaron creerle. ¿Cómo podía alguien como Gautama, que había abandonado las austeridades, lograr la iluminación?
Siddartha los reprendió por utilizar expresiones tan poco reverentes para dirigirse a un Tathagata, a un hombre perfectamente iluminado.
Sin embargo, como el anuncio de Siddartha acerca de su propia iluminación sonó arrogante a los cinco ascetas, estos prefirieron mantener un cauteloso escepticismo. Al revés, se preguntaron:
-Cuando hemos visto que alcanzara la sabiduría perfecta alguien  que abandonó la práctica de las austeridades religiosas en beneficio de la indulgencia y la comodidad?-
Siddartha reafirmo su declaración y su deseo de predicar la ley ante ellos, más los ascetas siguieron esgrimiendo objeciones. Finalmente, para acallar sus argumentos, les pregunto si alguna vez lo habían visto tan radiante y espléndido, y si alguna vez lo habían oído expresar una convicción tan clara y firme. Al escuchar estas palabras, convinieron en darle la razón y aceptaron ser interlocutores de su prédica.
-Siendo desapasionado, se llega a ser desprendido; a través del desprendimiento uno se libera. Al liberarse es el conocimiento el que se libera. Y se sabe: el nacimiento ha sido cumplido, la vida santa ha sido siempre vivida, lo que debe suceder ha sucedido, no hay nada más que hacer a este respecto.-
Siddartha se dirigió a esos rostros de ojos incrédulos con la seguridad y el aplomo de la enorme convicción que había obtenido. Pero al darse cuenta de que esa conversación no llevaría a ningún entendimiento, les dijo:
-Que ustedes crean o no en mis palabras es algo que no me va a afectar. Pero les pregunto, ¿Alguna vez me han visto tan radiante y lleno de vida? Este brillo proviene de la alegría de haber logrado el supremo despertar.-
Ciertamente, el Siddartha que estaba de pie frente a ellos distaba de ser la persona que recordaban. Su mirada llameante expresaba una honda convicción y su porte irradiaba dignidad, confianza y orgullo.
Nada habla con más elocuencia que la imagen que se ofrece como ser humano; su resplandor puede penetrar las nubes de la duda y la ilusión que oscurecen el corazón de las personas.
Ante la luminiscencia de la vida de Siddartha, los cinco ascetas decidieron abandonar las prácticas austeras y buscar las enseñanzas del Buda. Este se quedó en el Parque de los Ciervos e inició una actividad comunitaria para enseñarles la Ley a sus amigos.
Pero la magnitud de la Ley le planteó el difícil dilema de como enseñarla para que pudieran comprenderla. Finalmente, ideó un conjunto lógico de principios y los incorporó en un programa simple y práctico Luego, con gran paciencia, comenzó a enseñar en términos claros y concretos, acordes con la capacidad de sus oyentes. Sus enseñanzas de ese entonces estuvieron en su mayor parte "de acuerdo con la mente de las demás personas" (zutai), o sea, adaptadas al nivel de comprensión de su audiencia. El Buda predica la Ley según la capacidad y las preferencias de las personas y, así, las conduce gradualmente a la Ley verdadera. Enseñar y revelar el corazón de la iluminación del Buda, directamente, sin adecuar los conocimientos a la capacidad de la gente, se llama exponer la Ley "según la propia mente del Buda". (zuijii)
Siddartha continuó exponiendo la Ley, día tras día. Enseñó que debía rechazarse los dos extremos de hedonismo y ascetismo; en cambio, se debía vivir de acuerdo con el Camino Esencial. Elucidó la práctica para alcanzar este camino y también su filosofía subyacente.
Pronto, uno de los cinco ascetas, Kaundanna, obtuvo el discernimiento para comprender la enseñanza. Al hacerlo, probó que la Ley a la que Siddartha había sido iluminado también estaba al alcance de las personas comunes. Esto marcó el nacimiento del Budismo como una práctica misericordiosa que iba más allá de buscar sólo el beneficio personal y la iluminación.
Después de perseverar considerablemente en esta vida comunitaria, Kaundinya adquirió la “visión del Dharma”, es decir, el tipo de introspección que le permitió aprender la enseñanza de Siddartha. De tal suerte, Kaundinya fue el primer discípulo autentico del Buda. Pronto, los otros cuatro lograron este mismo nivel de comprensión, y de ese modo se formo el Samgha u orden budista. Así surgió la comunidad de los primeros discípulos.
En efecto, constituyó el anuncio de una nueva religión que nacía al mundo; se dice que fue “la primera vez que el Buda puso en marcha la rueda de la ley”. En la antigua India, se conocía la imagen del santo o sabio ideal, que hacia girar la rueda del universo y exponía la suprema ley de la verdad. De este concepto deriva el término “hacer girar la rueda de la ley”, que denota la forma en que el Buda, como hombre cabalmente iluminado, predica las verdades ultimas del universo y de la vida humana.
Por otro lado, sería excesivo afirmar que, al comienzo, no tuvo el menor propósito de salvar a la humanidad y que las afirmaciones contrarias fueron invenciones de sus discípulos y seguidores, en épocas posteriores. Después de todo, el hecho de haber abandonado a su familia y de entrar en la vida religiosa revela, de por sí, la inquietud que le provocaban los sufrimientos del hombre; su apasionado afán de resolver estos problemas ya evidenciaban un deseo de salvar universalmente a la humanidad.
En Benarés empezó Buda a predicar su doctrina; no tardando en convertir a los cinco monjes, a los que envió a predicar por el ancho mundo su doctrina, exhortándoles:
-Id por el mundo para que la gente se salve y para la mejor gloria de la humanidad y de los dioses..-
No tardaron en unirse a él mil brahmanes de Uruvela, a los que siguió una gran muchedumbre; por Buda dejaban los alumnos a sus maestros; reinas y reyes, montados en elefantes ricamente enjaezados acudían a venerar al que ya consideraban santo varón y a brindarle su amistad; la cortesana Ambapali llegó a ofrecerle un bosque de mangos.
Buda predicó por espacio de cuarenta años sin que ni los brahmanes ni nadie le impusiera obstáculo alguno. Buda dividió su existencia en dos periodos bien definidos: uno nómada y otro sedentario, con nueve meses de viaje y tres de descanso.
Durante los meses en que se desplazaba, Buda encontraba por todas partes parques, jardines y asilos, palacios reales y mansiones de grandes personajes, abriéndose todas las puertas. Jamás le faltó comida, lo mismo que a sus acompañantes, si bien practicaban el voto de pobreza y proseguían con la vida de pordioseros mendicantes.
Precedidos por su maestro, todos los miembros de la secta recorrían por la mañana la ciudad, pidiendo limosna y bendiciendo por doquier tanto a los que les asistían como a los que les negaban el óbolo suplicado.


Por las tardes, el iniciado meditaba en "sacrosanto silencio". De esta manera se fue propagando y conociendo el budismo. Fueron numerosas las asociaciones de monjes budistas que se formaron en aquel tiempo, asociaciones que más adelante se convirtieron en ricos y suntuosos monasterios y conventos; a su entorno se agrupaban las comunidades laicas que, sin hacer vida monástica, llevaban con placer la vida bajo la guía de los budistas.

viernes, julio 26, 2013

53-Nirvana.

Sentado en el árbol bodhi, habiendo alcanzado la iluminación, nacía el budismo. Siddartha concluyó:
-Todo el universo está sujeto al mismo ritmo constante de creación y cambio. Esto es aplicable por igual a los seres humanos. Quienes ahora son niños está destinados a envejecer y, finalmente, a morir, y luego a renacer otra vez. En el mundo de la naturaleza o en la sociedad, no hay siquiera un momento de descanso o inmovilidad. Todo fenómeno en el universo surge y se extingue por influencia de alguna causa externa. Nada existe en aislamiento; todas las cosas están ligadas a través del espacio y del tiempo, y se originan en respuesta a relaciones compartidas. Cada fenómeno funciona simultáneamente como causa y como efecto; y ejerce influencia en el todo. Además, la Ley de la vida impregna todo el proceso.-
Siddartha había aprendido la verdad mística de la existencia. Tuvo plena convicción de que podía desarrollarse ilimitadamente mediante esa Ley a la que había despertado. Toda crítica, obstáculo o dificultad no serían más que polvo en el viento.
-Al no estar conscientes de esta verdad absoluta, las personas viven en la ficción de que existen independientemente las unas de las otras.-Pensó.-En última instancia, esto las hace prisioneras de sus deseos y las aparta de la Ley de la vida, la verdad eterna e inmutable de la existencia. Vagan por la oscuridad y se hunden en la desdicha y el sufrimiento.
Pero esa penumbra deriva de las ilusiones de la propia vida. Esa oscuridad espiritual no solo es fuente de todos los males, sino también, la causa esencial del sufrimiento de las personas por las realidades del nacimiento, la vejez, la enfermedad y la muerte. Enfrentando este mal en nuestra vida, esta ilusión e ignorancia, podemos abrir el camino hacia la verdadera naturaleza humana y la felicidad indestructible.-
Pasaron las horas, y la intensa luz de un sol que se elevaba en el horizonte comenzó a disipar la niebla matinal. Fue una aurora de paz y de dicha para toda la humanidad; despuntaba un día en verdad radiante.
Bañado en la alegría de haber despertado a la Ley, Siddartha contempló el fulgor de un amanecer que se extendía por toda la tierra.
Los relatos difieren en lo que respecta a cuanto tiempo transcurrió desde que Siddartha renunció a la vida secular hasta el logro de su iluminación. Los que sostienen que abandonó el hogar a los diecinueve años, creen que tenía treinta cuando alcanzó el camino del Buda. Los que dicen que partió a los veintinueve, afirman que, en ese trascendental momento, tenía treinta y cinco.
Durante cierto tiempo, Siddartha disfrutó la alegría de su iluminación con respecto a la Ley, pero pronto comenzó a sentirse más y más preocupado. Enfrentó un nuevo y doloroso dilema: ¿Debía predicar esa Ley a los demás o debía permanecer en silencio? Sentado a la sombra del árbol pipal, estuvo muchos días atormentado por esa duda.
Nunca antes se había escuchado, ni mucho menos expuesto, esa magnífica e insuperable Ley. Había una enorme brecha entre el mundo real y el deslumbrante universo que existía dentro de su propio ser. Las personas vivían atormentadas por el miedo a la enfermedad, la vejez y la muerte; y, consumidas por los deseos, luchaban constantemente entre sí.
Todo eso era producto de la ignorancia sobre la Ley de la vida. Sin embargo, aunque la enseñara en bien de todos, era posible que nadie la comprendiera.
Siddartha se sintió completamente solo. Era "la soledad del verdaderamente iluminado", conocida por quienes han llegado a percibir un profundo principio o verdad de los que nadie más está consciente.
Pensó: -Si nadie es capaz de comprender esta Ley, cualquier intento por enseñarla no solo será inútil, también podría inducir a la gente a maldecirme y calumniarme. La falta de entendimiento podría incluso llevarlos a perseguirme. Renuncié al mundo secular para encontrar una solución a mi dolor personal por la condición humana: el sufrimiento que proviene de la vejez, la enfermedad y la muerte. Nadie sabe que he logrado la iluminación; si permanezco en silencio, nadie me criticará. Si, eso es lo que haré. No lo diré. Mantendré el secreto en mi corazón y viviré mi propia vida, inmerso en la alegría de conocer la Ley...-
Según un relato, en ese momento, los demonios reaparecieron para atormentarlo. Una vez más, este episodio puede interpretarse como una batalla librada contras las funciones negativas dentro de su propio ser, que esta vez intentaban disuadirlo de enseñar la Ley a otras personas.
Siddartha no pudo detener el surgimiento de la duda y la vacilación. La incertidumbre frente a la idea de seguir adelante y difundir la Ley y lo angustiaba.
Las funciones diabólicas continuaron importunándolo aun después de haberse convertido en un buda. Competían entre sí para atacarlo incluso a través de la brecha más pequeña de su corazón.
Un buda no es un ser sobrehumano; quien ha alcanzado este estado continúa experimentando problemas, sufrimiento y dolor; todavía está expuesto a las enfermedades y a la tentación por parte de las fuerzas diabólicas. Por esta razón, es una persona de coraje, tenacidad y acción continua, que lucha incesantemente contra las funciones negativas.
No importa cuán elevado sea el estado que podamos alcanzar, sin esfuerzos sostenidos para avanzar y mejorar, nuestra fe puede destruirse en un instante.
Según un texto budista, el dios Brahma (en japonés Bonten) apareció ante el aún indeciso Siddartha y le suplicó que predicara la Ley a todas las personas. En la mitología india, era la personificación del principio universal fundamental (brahmán). En el budismo, se lo considera el gobernante del problemático mundo Saha y, junto con Indra (En japonés Taishaku), es una de las deidades protectoras del budismo. Este episodio simboliza la determinación que surgió de su vida: avanzar y cumplir con su misión.
Decidió de modo concluyente: -¡Seguiré adelante! Los que buscan aprende seguramente escucharán. Quienes tienen poca impureza entenderán. ¡Caminaré entre la gente, que está inmersa en la ilusión y la ignorancia!-
Sintió que lo invadía una nueva energía. Un gran león se ponía de pie para luchar por la felicidad de los seres humanos.
El sabio de los shakyas abandonó el bosque. El cielo, las nubes, los árboles y el río se bañaban en una deslumbrante luz dorada. La brisa susurraba gentil entre las ramas. La naturaleza parecía aplaudir su jornada con una bella y jubilosa melodía.
Luego, Siddartha volvió su atención a la pregunta: ¿A quién enseñarle la Ley? Primero pensó en sus dos maestros de meditación yoga, pero se rumoreaba que ambos habían muerto.
Decidió ir directamente al Parque de los ciervos (en sánscrito Mrigadava), no lejos de Varanasi (también conocida como Benares), que durante mucho tiempo había sido el lugar de reunión sagrado de los filósofos y ascetas religiosos. El Parque de los Ciervos, nombre de un parque en Varanasi, India, lugar del actual Sarnath. También era conocido como Rishipatana o "el palacio donde se reúnen los ermitaños". En ese lugar, Siddartha dio su primer sermón. Se dice que el nombre del parque deriva del hecho de que antiguamente estaba poblado por ciervos. También era conocido como un lugar sagrado en el que se reunían los ermitaños. En tiempos más recientes diversas excavaciones realizadas por arqueólogos han sacado a la luz muchas reliquias, incluyendo uno de los pilares de piedra del rey Ashoka. Se había enterado de que los cinco ascetas con los que había practicado austeridades en el bosque de Sena, se habían trasladado a ese parque.
-Primero les enseñaré la Ley a ellos.-se dijo.
Quería que sus amigos fueran los primeros en escuchar acerca de la Ley de la vida. Fue una actitud absolutamente natural, que había surgido de su sinceridad y del sentimiento hacia sus amigos.
Desde Budhgaya hasta ese lugar había casi doscientos cincuenta kilómetros. Pero Siddartha siguió caminando; su corazón palpitaba alborozado.
Ante él se abría el camino que lo conduciría a la ciudad de Benares, en donde pronunciaría su primer sermón.

jueves, diciembre 30, 2010

52-Iluminación.

Antes del cuarto éxtasis, en la cuarta noche, Buda invocó al Innominado, a fin de que le revelara el arcano del descanso y la felicidad. Cuando se durmió vio la terrible rueda de la vida, como un circulo de sombras poblado de hormigueros humanos. Luego, se hallo en una región llena de paz y reposo. El dolor ya no existía allí, por lo que no hacia falta seguir encarnándose.
Y cuenta la leyenda que el rey de las serpientes, Mucalinda, aun hizo una ultima tentativa para vencer a Buda, para lo cual se enrosco siete veces con sus anillos al cuerpo del filosofo, protegiéndole de esta manera contra la tempestad (incluso la de su alma), pero también fue derrotado por la firmeza de Buda ante toda tentación y todo peligro, y al cabo de siete días, cuando Mucalinda vio el cielo libre de nubes, se desenrosco del cuerpo del iniciado y, adoptando la forma de un mancebo, se le aproximo y lo venero, adorándolo.
La luz del amanecer comenzó a teñir el cielo. Las estrellas y la luna se dispusieron a retirarse mientras unas llamas púrpuras, rojas y anaranjadas convertían el firmamento en un gigantesco lienzo rebosante de vida, anunciando un nuevo y esplendoroso día. La claridad de la aurora se mezclaba con los últimos retazos de la noche. Las estrellas, en sus múltiples configuraciones, los remotos planetas, el sol y la luna refulgían al unísono en ese instante de perfecta armonía, cuando el mundo se halla entre la noche y el día.
Se acercaba el alba. En el mismo instante en que la estrella de la mañana comenzaba a brillar en el cielo oriental, algo ocurrió.
Siddharta abrió los ojos y miro a su alrededor; una sonrisa iluminó su rostro y recorrió todo su cuerpo; hasta la yema de los dedos: era el profundo sentimiento del despertar, después de largos sueños. De repente se encontró andando otra vez, con paso rápido, como el de un hombre que sabe lo que tiene que hacer.
Finalmente, después de muchos años de prácticas austeras, habiendo luchado contra Mara y sus ejércitos. Siddartha logro la iluminación.
De repente, como un ilimitado y penetrante haz de luz, la sabiduría de Siddartha emergió para iluminar la verdad eterna e inmutable de la vida. Una sensación similar al impacto de una descarga eléctrica recorrió su cuerpo. Temblaba de emoción, y un subido tono rosado invadía las mejillas bañadas en lagrimas.
-Esto es.-
Miro a su alrededor, como si viese al mundo por primera vez. ¡Era hermoso el mundo, y de diversos colores! El mundo se le presentaba curioso y enigmático. Aquí azul, allí amarillo, allá verde, el cielo y el río corrían, el bosque y el monte mezclaban su belleza misteriosa y mágica, y allí en medio, Siddartha, que se despertaba, que se ponía en camino hacia sí mismo. A través de los ojos de Siddartha entro por primera vez todo eso, el amarillo y el azul, el río y el bosque. Ya no era la magia de Mara, ni el velo de Maya, ya no era la multiplicidad para el brahmán profundo, que desprecia lo múltiple y busca la unidad. Azul era azul, río era río, aunque dentro del azul y del río y de Siddartha vivía escondido lo único y lo divino; precisamente, la característica principal de lo divino era el ser aquí amarillo, allí azul, allá cielo, acullá bosque y aquí Siddartha. El sentido y la realidad no se encontraban detrás de las cosas, estaban dentro de ellas, dentro de todo.
-¡Que sordo y que torpe he sido!-meditó a paso ligero.-Si alguien lee un escrito para buscarle sentido, no desprecia los signos ni las letras, ni los llama engaño, casualidad o cáscara inútil; al contrario, los lee, los estudia, los ama letra por letra. Sin embargo, yo quería leer el libro del mundo y el de mi propia naturaleza despreciando los signos y las letras a favor de un sentido imaginado de antemano, preconcebido; llamaba al mundo visible un engaño. Consideraba mi ojo y mi lengua como apariencias casuales sin valor. No; esto ya ha terminado: ahora me he despertado realmente y hoy, por fin, he nacido.-
Mientras Siddartha reflexionaba así, se detuvo nuevamente, en seco, como si se le hubiera cruzado una serpiente en el camino.
Y es que repentinamente comprendió también lo siguiente: él, en verdad, era como una persona que se despierta o como un recién nacido, tenia que comenzar de nuevo su vida desde un principio. Aquella misma mañana, al abandonar el bosque de Jatavena, el de aquel majestuoso, y empezar a despertar, a caminar hacia sí mismo, lo había parecido natural su intención de regresar a su tierra y a la casa paterna, después de los años de ascetismo. Pero ahora, en este momento, cuando se detuvo como si se le hubiera cruzado una serpiente en el camino, también se despertaron sus sospechas.
-Ya no soy el que fui,-se dijo.-ya no soy asceta, ni sacerdote, ni brahmán. ¿Qué haría en casa de mi padre? ¿Estudiar? ¿Sacrificar? ¿Meditar? Todo ello ya es pasado, ha terminado para mí.-
-Yo tengo movimiento a través del curso de muchos nacimientos mirando al hacedor de esta morada y no a su hallazgo; doloroso es nacer una y otra vez. Todas sus vigas están quebradas, sus referentes destruidos; el espíritu logró la extinción de los deseos.-
Siddartha estaba inmóvil y por un momento sintió que el corazón se le helaba, al darse cuenta de la soledad en que se hallaba. Sintió en su pecho un escalofrío, como si se tratara de un animal pequeño, un pájaro o una liebre. Durante años no había tenido casa, y no la había necesitado.
Cuando hubo contemplado de qué modo los seres vivos se destinan a renacer constantemente en los mundos del pasado, presente y futuro, Siddartha pasó al estadio final de su iluminación, en la tercera y ultima fase de la noche. Comprendió la verdad suprema de la vida y del mundo, y completo el proceso que le permitió llegar a ser un Buda.
Años habían pasado desde que se sentó en ese árbol, aunque el mundo físico solo contara unos días. El tiempo en que paso en contacto con el otro lado del mundo, se convirtió en varios años cuando para su cuerpo fenoménico fueron pocos días. En este viaje, se encontraba consigo mismo, un desdoblamiento que equivalía a verse como Buda y como Siddartha, hasta que comprendió la verdad, ambos eran él. Mara, Maya, Mucalinda; todas las fuerzas negativas del universo intentaron impedirle el cumplir con su cometido. Pero Siddartha se había levantado triunfante. El pasado, el presente y el futuro, pasaron ante él como si fueran solo meras percepciones, tal como son las restantes de nuestro mundo fenoménico. Siddartha entraba ahora en la eternidad, la de todos los grandes hombres. Viendo esto, pudo contemplar a sus sucesores. En las infinitas posibilidades que había ante sí, él sabia que haría cuando dejara el árbol bodhi. Sus próximos pasos, definirían la vida de millones de personas en los próximos y numerosos asamkyas de kalpas, en múltiples mundos. Él vio tres mil mundos convergiendo en ese instante de la vida. Vio que no podría exponer por completo, solo podía dar el primer paso. Mostrar que la iluminación era posible, para todos los seres humanos de este mundo y en esta vida. Siddartha tenia clara su misión, pero su obra debía ser continuada. Él pondría la piedra fundamental, dar el primer paso, el primero de un viaje que duraría hasta la eternidad en más de un millón de pasos.
Se cree que Siddartha estuve en lo que equivale a cien años examinando estos aspectos de la existencia. Contemplando al gran último sucesor suyo que expondría la ley en su forma completa, aquel que cerraría el circulo que él iniciaría. Todo dependía ahora de Siddartha, nada más.
Finalmente, había alcanzado la iluminación. Siddartha lo había logrado, era Buda. El Buda, que fue Siddartha, que aun era. Fue el supremo despertar. Finalmente, se había convertido en un buda, alguien iluminado a la verdad última. Fue como si dentro de su vida se hubiera abierto una puerta, de par en par, a todo el universo. Se liberó de todas las ilusiones. Sintió que ahora, basandose en la Ley de la vida, podía actuar libremente y disfrutar en plenitud. Era un estado que jmás había experimentado en esa existencia.
Sus ojos veían lo mismo, pero diferente. Sus oídos captaban igual, pero en otro espectro. Sus sentidos completos eran distintos a lo que habían sido.
Buda se levantó, incapaz de abandonar a la humanidad a sus sufrimientos para ir en busca del Nirvana. Podía haber permanecido en ese estado de gracia, pero decidió aguardar hasta poder compartir lo que había aprendido con aquellos a quienes les resultara útil, aquellos que desearan recibir los conocimientos que él había adquirido para sentirse libres.

martes, noviembre 30, 2010

51-Sin tiempo.

Muchos pensarán que la aparición de Mara y de sus ejércitos es una incorporación posterior a los textos, una leyenda concebida para darle dramatismo a la gesta de Siddartha, a punto de lograr la iluminación. Pero en realidad constituye algo mucho más profundo, pues nos revela la verdadera naturaleza de Mara. La función destructiva del mal, tal como actúa en este mundo. Los escritos narran que, ante la voluntad férrea de Siddartha y su postura intransigente, Mara finalmente se rindió e hizo retroceder a su séquito, con estas palabras:
-Durante siete años, seguí a Siddartha paso a paso. No pude encontrar resquicio por donde entrar en el gran iluminado, el Siempre Alerta. Como el cuervo que se abalanza contra una piedra en forma de animal, confundiéndola con una tierna presa, con un manjar dulce y delicioso, y se aleja al no hallar lo que esperaba, así, como un cuervo que ataca a una piedra, yo renuncio a Gautama, frustrado e impotente.-
Después de acechar a Siddartha durante siete años, finalmente Mara reveló su verdadera identidad, solo cuando aquel estaba a punto de lograr la iluminación.
El caluroso día llego a su fin. El sol se puso sobre Siddartha, que seguía sumido en sus meditaciones, mientras la higuera proyectaba unas largas sombras a su alrededor.
Simultáneamente, en el otro extremo del firmamento, apareció la luna llena de abril, envolviendo con su suave resplandor los árboles, el arroyo y las aldeas circundantes, velando sobre Siddartha mientras este se transformaba en Buda, el iluminado.
Siddartha aguardó, consciente de que la respuesta residía en lo mas profundo de su ser, accesible solo mediante salto de intuición, siempre y cuando la esencia de su alma fuera pura y capaz de reflejar el universo tan perfectamente como un espejo. Las estrellas iluminaban el firmamento.
La intensidad del esfuerzo mental de Siddartha hizo que se abriera su tercer ojo. Al igual que un potente haz de luz, el ojo atravesó el espacio y el tiempo infinito. Siddartha contempló a todos los seres humanos, esforzándose en nacer, esforzándose en renacer, independientemente de su casta, de sus defectos y virtudes.
Y allí empezó la intuición.
Era preciso explorar el pasado; Siddartha contemplo su existencia y la de todos los seres humanos. La cuestión era como eliminar el sufrimiento. Asvapati le había enseñado que toda causa provocaba un efecto. Pero eso no bastaba.
La respuesta cobró forma al analizar la concatenación de causas y efectos.
Cuál es la causa de la vejez y la muerte? Siddartha se concentro hasta dar con la respuesta: la vejez y la muerte existen porque existe el nacimiento. La vejez y la muerte, obedecen al nacimiento. Cuál es la causa del nacimiento? El nacimiento existe porque existe la vida? La vida existe porque existen los vínculos. La vida obedece a los vínculos. Cuál es la causa de los vínculos? Los vínculos existen porque existe el deseo. Los vínculos obedecen al deseo. Cuál es la causa del deseo? El deseo existe porque existe la sensación. El deseo obedece a la sensación. Cuál es la causa de la sensación? La sensación existe porque existe el contacto. La sensación obedece al contacto. Cuál es la causa de los seis sentidos? Los seis sentidos existen porque existe el cuerpo y la individualidad. Los seis sentidos obedecen al cuerpo a la individualidad. Cuál es la causa del cuerpo y la individualidad? El cuerpo y la individualidad existen porque existe la percepción. El cuerpo y la individualidad obedecen a la percepción. Cuál es la causa de la percepción? La percepción existe porque existen las predisposiciones hereditarias y kármicas. Cuál es la causa de las predisposiciones hereditarias y kármicas? Las predisposiciones hereditarias y kármicas existen porque existe la ignorancia. Las predisposiciones hereditarias y kármicas obedecen a la ignorancia.
Si, pensó Siddartha, quien abrió los ojos y observó las estrellas, la ignorancia es el origen de nuestra situación. Vivimos en una época opresiva, gobernada por una multitud de dioses, todos ellos encadenados. Mahabali el renegado me enseñó los primeros pasos hacia un nuevo planteamiento, desconocido en nuestros tiempos, un planteamiento científico e inteligente. Pero eso por si mismo no basta. No, se requiere una combinación de conocimientos, ciencia, sabiduría, talento y el tercer ojo. Pero ese concepto aun no existe en la actualidad. Juntos, producen el saber, y posteriormente viene la intuición. En este instante he comprendido que soy, y sé lo que es eso.
“Yo soy lo más ennoblecido de la tierra. Yo soy la flor y nata de la Tierra. Yo soy el hermano mayor de la Tierra. En verdad os digo que esta será mi ultima encarnación sobre la Tierra. Esta es mi existencia final antes de pasar a la siguiente esfera.”
Si, pensó Siddartha, las respuestas se hacen cada vez mas claras. Sin embargo, si invierto el proceso llegare a la conclusión de que el deseo conduce del nacimiento a la reencarnación, de un sufrimiento a otro sufrimiento. En la raíz de todo subyace la ignorancia. Si eliminamos la ignorancia, eliminamos las predisposiciones hereditarias y kármicas, si eliminamos las predisposiciones hereditarias y kármicas, eliminamos la percepción. Si eliminamos la percepción, eliminamos el cuerpo y la individualidad. Si eliminamos el cuerpo y la individualidad, eliminamos los seis sentidos. Si eliminamos los seis sentidos, eliminamos el contacto. Si eliminamos el contacto, eliminamos la sensación. Si eliminamos la sensación, eliminamos el deseo. Si eliminamos el deseo, eliminamos los vínculos. Si eliminamos los vínculos, eliminamos la vida. Si eliminamos la vida, eliminamos el nacimiento. Si eliminamos el nacimiento, eliminamos la vejez y la muerte.

martes, noviembre 16, 2010

50-Mara.

En la tercera noche, Buda subió a la esfera de los dioses, por un grandioso esfuerzo. El paisaje era sublimemente grandioso, y ante él se le aparecieron las fuerzas cósmicas y los dioses; distinguió remolinos de luz y tinieblas, surgiendo de los mismos corrientes lumínicas que se diversificaban por todo el universo.
-Si,-pensó al respirar profundamente.-¡ahora ya no tratare de huir de Siddartha! Ya no quiero dedicar mis reflexiones y mi vida al ATMAN y a las penas del mundo. Ya no deseo matarme ni despedazarme para hallar un misterio detrás de las ruinas. Ya no estudiare el yaga-veda, ni el atharva-veda, ni los ascetas, ni cualquier otra doctrina. Quiero aprender de mí mismo, deseo ser mi discípulo, conocerme, interiorizarme en el misterio de Siddartha. En todo tiempo experimenta el ser humano horror y espanto ante la ancianidad.
Aunque se agoste mi piel, aunque se corrompan mis manos, aunque mis ojos se desvanezcan, no me moveré de aquí hasta haber alcanzado la cima de la sabiduría.-
Según las escrituras, Mara se alarmó ante la posibilidad de que Siddartha triunfara y dijo al aspirante a Buda:
-Estás al borde de la muerte, flaco y con el semblante ceniciento. Tus oportunidades de sobrevivir son una entre mil. Debes vivir, pues solo con vida podrás realizar buenas acciones. Sin embargo, todo este esfuerzo que estas haciendo es inútil y estéril, pues el camino hacia el Dharma verdadero es arduo, penoso e inaccesible.-
De esta forma, la primera estrategia de Mara fue tratar de desalentar a Siddartha; viendo su fracaso, opto por tentarlo. El episodio permite vislumbrar la naturaleza de lo que llamamos Mara o función del mal. Comúnmente, uno suele pensar que el Demonio es un ser enigmático y sobrenatural, o quizás una figura mítica. Pero en el budismo, el concepto de Mara es muy distinto. Mara es parte de la vida que impregna todo el universo; al mismo tiempo, existe en el corazón y en la mente de cada ser humano. Su verdadera naturaleza, como revela el epíteto "El que sustrae la vitalidad", es obrar de manera incesante para privar a los seres humanos de fuerza vital, en forma rotunda y definitiva. En términos concretos, como vimos en el pasaje anterior de las escrituras, Mara es la fuerza negativa que surge en el interior de una persona para provocar resistencias y obstruir el despertar, cuando esta avanza hacia la meta de la iluminación y de la verdad, y se esfuerza sin límites en pos de ese objetivo.
“Si este ser humano logra liberar a sus congéneres de la esclavitud de los placeres, ¿no acabará por ser una especie de general sin ejercito?”
Pero cuando estas fuerzas destructivas simbolizadas en Mara y su cohorte aparecieron ante Siddartha, este las enfrentó valerosamente sin retroceder un solo paso. Según la escritura mencionada, Siddartha habló a Mara con las siguientes palabras:
-Gran Mal, amigo de la inactividad, has venido acá. Por tus propios intereses. No tengo la menor necesidad de acumular méritos, así que, Mara, deberías predicar a los que necesitan de virtud. Yo tengo fe, heroísmo y sabiduría. ¿Por que me pides que viva, a mí, que tengo un claro propósito por el cual vivir? Mientras la carne se aplaca, mi mente se aquieta y se afirma. He arribado a la ultima sensación; porque vivo de este modo, mi mente no ansía el placer. ¡Contempla la pureza de mi vida! El apetito sensual es tu primer ejército; el segundo es la aversión; el tercero, el hambre y la sed; el cuarto, el ansia. Tu quinto ejercito es la inercia y la pereza; y el sexto, la cobardía. El séptimo ejército es la duda; el octavo, la hipocresía y la estupidez. Y, luego, la riqueza, la fama, el honor y la gloria falsamente cosechados, mas las loas a la propia persona y el desprecio a los demás. He aquí tus ejércitos, Gran Mal. El cobarde no puede vencerlos, pero quien los aplasta logra la felicidad. Vestido de hierba Munja, luchare. Mejor es para mi morir combatiendo que vivir derrotado. Hubo ascetas y brahmanes que libraron esta contienda y acabaron vencidos. No conocen el camino por el cual marchan la virtud y el bien. Pero aun rodeado de demonios por todos los flancos, yo iré al encuentro de Mara con elefantes de guerra. ¡No tomaras mi territorio!-

lunes, noviembre 08, 2010

49-Región infernal.

Los días y las noches se sucedían mientras Siddartha permanecía sentado, inmóvil, a la sombra de la higuera. Poco a poco se iba acercando al momento en que su mente y su cuerpo, purificados por el tiempo y las duras pruebas a las que se había sometido, le permitirían alcanzar la iluminación.
El conocimiento del viaje de búsqueda de Siddartha llegó a oídos de Maya. El señor de la fantasía, el amor, la muerte y los sentidos fue advertido de que su reino sufría una grave amenaza. La vida era concebida y destruida solo por su gracia. Horrorizado al enterarse de que la vida, la procreación y el ciclo de continuación se veían desafiados por Siddartha, que se aproximaba al Nirvana, Maya acudió en defensa de la vida.
El viento agitó las hojas y de pronto apareció ante Siddartha una hermosa criatura transparente, una silueta, una forma en la cual la belleza vital asumía uno de sus múltiples encantadores aspectos: el amor a la vida, al place de abrazar al ser amado, la alegría de un niño, el matrimonio, el gozo… Era Yasodhara, que reía alegremente, viva y enamorada… La forma trató de seducir a Siddartha para que abandonara sus meditaciones y gozara de la vida y sus placeres.
Siddartha abrió los ojos y reconoció lo que no era sino una faceta de la apariencia de Maya. Luego volvió a cerrar los ojos, rechazando la invitación.
Sorprendido e irritado, Maya decidió utilizar otros medios de persuasión. Profiriendo un agudo alarido, convoco a todas las fuerzas de los temores y los vicios contra Siddartha, que estaba cambiando ante la atónita mirada de Maya. La tierra tembló cuando unos espantosos monstruos, gigantes y espectros de afiladas uñas se abalanzaron sobre el príncipe, blandiendo raíces, huesos, calaveras y relámpagos. El propio Maya, montado en un monstruo marino, disparó una flecha contra Siddartha, quien permaneció inmóvil bajo el árbol.
El poder de la bondad de Siddartha creó una fuerza magnética a su alrededor que lo protegió del ataque de los monstruos. Los huesos, las calaveras y las flechas se convirtieron en flores al estrellarse contra la invisible barrera que rodeaba al joven. Siddartha permaneció sentado, con los ojos cerrados, sin perder la calma y sin dejarse influir por las atrayentes promesas ni las temibles amenazas.
Cuando Maya hubo agotado sus defensas, Siddartha abrió los ojos y lo miro. El hombre contempló con sus luminosos ojos azules la visión que estaba ante él en todas sus formas.
-No, Maya.-dijo suavemente.-Eres pura fantasía y yo te rechazo.-
Desesperado al comprobar que Siddartha se negaba a ceder ante el reino de la vida y la muerte, temiendo que su propio reino se viera sometido a nueva ley, Maya le suplico que no prosiguiera su búsqueda, aduciendo que el también había sacrificado mucho, había entregado mucho, todos los días, todos los meses, todos los años… Que mas podía pedir?
El príncipe, a punto de alcanza la iluminación, se apiado de Maya, pues comprendió que los dioses también estaban sometidos a sus propias leyes, mientras Maya seguía enumerando sus buenas obras. Sus legiones de partidarios no dudarían en confirmar todos los méritos y virtudes de Maya.
Maya miro al hombre que estaba sentado solo bajo las gruesas ramas de la higuera. No había nadie presente para defender y confirmar las obras de Siddartha, su superioridad.
-Está vencido!-exclamó Maya, con una perversa sonrisa.-No tienes a nadie que te defienda.-
Siddartha guardo silencio, mientras escuchaba el murmullo del viento y contemplaba la belleza de los árboles y las plantas. Inspirado, el príncipe toco la tierra, invitando a la naturaleza, a la que siempre había valorado y protegido, para que acudiera a defenderlo.
-Llamó a la tierra para que sea mi testigo.-contestó sonriendo.
El suelo se abrió de pronto y apareció la Madre Tierra, la madre de todas las cosas. Unas frutas rojas le rodeaban el pecho, sus rubios cabellos estaban formados por trigo y maíz, el verde de las praderas se reflejaba en sus ojos.
-Soy testigo de la bondad de este hombre en el presente y en sus numerosos pasados.-dijo con voz dulce.
La naturaleza miró a Maya sonriente, abrazando el mundo y el tiempo.
Derrotado, Maya suspiró. La ágil silueta se desvaneció, seguida por sus temibles legiones de monstruos. La desaparición de las hordas del vicio, siempre presentes en cierta medida, purifico a Siddartha de todo resto de deseo y maldad.
De repente se vio atacado por varios animales feroces y algunas serpientes. Entonces, su espíritu comprendió que aquellos animales era sus propias pasiones de las vidas precedentes, aun latentes en lo más hondo de su alma.
Vio asimismo a criminales torturados por el suplicio a que habían sido condenados; se halló envuelto en ráfagas infinitas por los espíritus de los difuntos… o sea, que estaba en una región infernal. Siddartha creyó entrever al amo de dicho reino, Kama, Dios de los deseos. Luego, Kama se transformó en Mara, Dios de la muerte.
La segunda noche, Buda entró en el mundo solitario de los espíritus dichosos. Divisó encantadores paisajes, con jardines colgantes, donde todo era paz, donde todo le susurraba al alma. Mas de pronto, observó que las almas que allí había estaban unidas a la tierra por unos hilos casi invisibles. Siddartha lo entendió: aquellas almas todavía estaban unidas a sus pasiones terrenales, por lo que se veían obligadas a realizar nuevas sucesivas encarnaciones.

miércoles, mayo 26, 2010

48-Encuentro con uno mismo.

Una profecía hecha al Tson-khapa en Mandchuchrimulatantram, decía:
“Si acaso llego a penetrar en el Nirvana y la superficie de la Tierra queda vacía de mi, entonces, tú, hijo mío tan querido, realizarás la obra de Buda, y este país se convertirá en un espacioso jardín bienaventurado y florido.”
Algunos habían nacido en la miseria, otros, en circunstancias afortunadas. Concentrando su determinación en ello, rastreó la causa de esa diferencia.
Y observó: -Los que padecen el karma de ser desdichados han cometido malas acciones, en hechos, palabras o pensamientos, y han calumniado a los practicantes de la ley verdadera, en alguna existencia pasada. Lo que formo la base para su conducta equivocada fue el apego a opiniones erróneas. En consecuencia, llevan con ellos el karma de ser infelices después de la muerte y en la próxima existencia. Por el contrario, los que fueron buenos y virtuosos en sus acciones, palabras y pensamientos, no calumniaron a los practicantes de la ley verdadera y se condujeron apropiadamente, sobre la base de opiniones correctas, disfrutaron de felicidad de las existencias siguientes.
La vida presente esta determinada por el karma acumulado en existencias pasadas, mientras que las existencias futuras se deciden por nuestras acciones en esta vida.
Siddartha comprendió esto sin sombra de duda. Preciso, de manera evidente, la inexorable ley de causa y efecto que opera en la vida de las personas a lo largo del interminable ciclo de la vida y la muerte. A medida que la noche avanzaba a su alrededor, se acentuaba la profunda búsqueda espiritual con el sentimiento de que el y el infinito universo eran uno.
Siddartha, sin embargo, se quedo meditando en el bosque. Entonces se cruzó en su camino Gotama, el ilustre; lo saludó con respeto y al ver la mirada del Buda tan llena de paz y bondad, el joven tuvo valor para solicitar al venerable que le permitiera hablarle. En silencio, el ilustre le concedió el permiso.
Siddartha balbuceó: -Venerable, he admirado sobre todo una cosa en tu doctrina. Todo en ella esta perfectamente claro y comprobado, muestras el mundo como una cadena perfecta que nunca se interrumpe como una eterna cadena de hecha de causas y efectos. Jamás se había visto eso con tanta claridad, nunca había sido demostrado tan indiscutiblemente; en verdad, el corazón del brahmán palpita con más fuerza cuando ve el mundo a través de tu doctrina, como perfecta relación, ininterrumpida, lucida como un cristal, independiente de la casualidad y de los dioses. Quedaba la incertidumbre de saber si el mundo es bueno o malo, si la vida en si es sufrimiento o alegría; quizá sea porque ello no es esencial. Pero la unidad del mundo, la relación entre todo lo que sucede, el enlace de todo lo grande y lo pequeño por la misma corriente, por la misma ley de las causas del nacer y morir, todo eso brilla con luz propia en tu majestuosa doctrina. No obstante, según tu propia teoría, esa unidad y consecuencia lógica de todas las cosas, a pesar de todo se encuentra cortada en un punto, en un pequeño resquicio por donde entra en este mundo de la unidad algo extraño, algo nuevo, algo que antes no existía, y que no puede ser enseñado ni demostrado: esa es tu doctrina de la superación del mundo, de la salvación. Pero con este pequeño resquicio, con esa pequeña fisura, la eterna ley uniforme del mundo queda destruida y anulada otra vez. Perdóname, si pongo tal objeción.
Buda le había escuchado con tranquilidad, sin moverse. Con voz bondadosa, cortes y clara le contestó ahora: -Tú has escuchado la doctrina, hijo de brahmán. ¡Dichoso tu de haber pensado tanto en ella! Has encontrado una falla. Sigue pensando en la doctrina. Pero deja que te avise, tu que tienes tanta avidez de saber a pesar de la diversidad de opiniones y la contradicción de las palabras. No importan las opiniones, sean buenas o malas, inteligentes o insensatas; cualquiera puede defenderlas o rechazarlas. Pero la doctrina que has oído de mis labios no es mi opinión, ni su objetivo es explicar el mundo para los que tienen afán de saber. Su fin es otro: es la redención de los sufrimientos. Eso es lo que enseña Buda y nada más.-
-No me guardes rencor, majestuoso.-exclamó el joven.-No te hable así para discutir sobre palabras. Desde luego, tienes razón, y poco importan las opiniones. Pero déjame decir una cosa mas: ni un momento he dudado que tu fueras el Buda, de que hubieras llegado a la meta, al máximo, hacia el que tanto brahmanes e hijos de brahmanes se hallan en camino. Has encontrado la redención de la muerte. La has hallado con tu misma búsqueda, con tu propio camino, a través de pensamientos, meditaciones, ciencia, reflexión, inspiración. ¡Pero no la has encontrado a través de una doctrina! Yo pienso, majestuoso, que nadie encuentra la redención a través de la doctrina. ¡A nadie, venerable, le podrás comunicar con palabras y a través de la doctrina lo que te ha sucedido a ti en el momento de tu iluminación! Mucho es lo que contiene la doctrina del inspirado Buda, a muchos les enseña a vivir honradamente, a evitar el mal. Pero esta doctrina tan clara y tan venerable no contiene un elemento: el secreto de lo que el majestuoso mismo ha vivido, el solo, entre centenares de miles de personas. Esto es lo que he pensado y comprendido cuando escuchaba tu doctrina. Y por ello continuo mi peregrinación. No para buscar una doctrina mejor, pues sé que no la hay, sino para dejar todas las doctrinas y todos los profesores, y para llegar solo a mi meta o morir. Sin embargo, a menudo me acordare de este día, venerable, y de esta hora en la que mis ojos vieron a un santo.-
El Buda bajó los ojos; en su rostro impenetrable resplandecía la tranquilidad del alma. Siddartha era el Buda.

martes, julio 17, 2007

47-El arbol Bodhi.

Cruzó el río y, por fin, encontró una enorme higuera pipal. Se sentó a la sombra del follaje, cruzo las piernas y adopto la posición del loto.
Prometió: “Permaneceré en esta posición hasta que haya logrado la verdadera iluminación, aunque el calor marchite mi cuerpo mientras lo intento.” Y cerró suavemente los ojos, devorando lentamente el recuerdo del mundo exterior e interiorizándolo, penetrando en la última etapa de su viaje de búsqueda.
De tanto en tanto, el viento susurraba entre las ramas, pero Siddharta, perdido en una honda contemplación, no se movió.
Continuo su meditación bajó el árbol elegido. Según las escrituras budistas, en ese momento, los demonios comenzaron a tentarlo. El relato de los medios que usaron para incitarlo difiere según el texto, pero es interesante señalar que algunos incluyen abordajes sutiles y emotivos.
Por ejemplo, en una oportunidad, el demonio trató de hacerlo vacilar susurrándole con suavidad:
-Mira que demacrado estas, que pálido está tu rostro. Seguramente estas al borde de la muerte. Si continúas sentado aquí, de esta manera, será un milagro que sobrevivas.-
Después de señalarle el peligro en el que estaba y de instarlo con énfasis a vivir, trato de persuadirlo de que si seguía las enseñanzas del Brahmanismo, acumularía gran beneficio sin tener que experimentar tantas penurias. Declaro que los esfuerzos de Siddharta por lograr la iluminación no tenían sentido.
El episodio presentado como tentación de los demonios simboliza la intensa contienda que tuvo lugar dentro de él.
Lo asalto la duda, que quebranto su paz interior y arrojo su mente a la confusión. El cuerpo extremadamente débil y las reservas físicas agotadas fueron un campo fértil. También el espectro de la muerte se presento para acosarlo. El tormento mental era enorme; sabía que no había obtenido nada de las intensas austeridades que había emprendido. Este esfuerzo ¿seria también inútil? Estaba plagado de deseos mundanos, atormentado por el hambre y la necesidad de dormir, hostigado por el temor y la duda.
Los demonios son las funciones de los deseos mundanos y de las ilusiones; intentan perturbar la mente de quienes buscan el camino a la verdadera iluminación. Algunas veces, se manifiestan como apego a los deseos terrenales, hambre o sueño. Otras, torturan la mente asumiendo la forma de ansiedad, miedo o incertidumbre.
Las personas que son desviadas por tales demonios, siempre justifican su fracaso de alguna manera. Se convencen de que el motivo que esgrimen es perfectamente razonable y natural.
Por ejemplo, como en la época de Siddharta todavía nadie había logrado la iluminación, podría haber concebido la idea de que la meditación bajo el árbol pipal tal vez no era útil.
Con frecuencia, las funciones demoníacas hacen que la gente se aferre a alguna lógica que justifique su debilidad y sus necesidades emocionales.
Sin embargo, Siddharta vio a esas funciones demoníacas tal cual son, extrajo una poderosa fuerza vital y arraso con los pensamientos destructivos que lo invadían. En su corazón clamo: “Demonios! Ustedes pueden derrotar a un cobarde, pero el valiente triunfara. Luchare. ¡En vez de vivir en la derrota, moriré peleando!”
Ese pensamiento hizo que su mente regresara al estado de tranquilidad.
Lo envolvió el sereno manto de la noche, cuajado de estrellas que titilaban con un brillo puro y cristalino.
Luego de superar la violenta embestida de las fuerzas diabólicas, la mente de Siddharta quedo fresca y vigorosa; su espíritu estaba tan claro, como un despejado cielo azul.
Afirmo un estado interior inamovible y centro su atención en el pasado. Intento una visión retrospectiva y, de inmediato, comenzaron a aparecer las imágenes de su vida anterior. A medida que avanzaba en su búsqueda interna, recuerdos de incontables existencias pasadas se presentaron vividamente, uno tras otro. Y fue mas allá; recordó las innumerables formaciones y destrucciones del universo.
Se dio cuenta de que el presente, este momento en que se encontraba sentado meditando bajo el árbol pipal , era parte de un ciclo interminable de nacimiento, muerte y renacimiento, desde el tiempo sin comienzo. Despertó así a la naturaleza eterna de la vida, que abarca el pasado, el presente y el futuro.
Entonces, se disiparon todos los temores y las dudas que había existido en las profundidades de su ser, como un pesado lastre, desde el nacimiento. Finalmente, había llegado a las hondas e inconmovibles raíces de su propia existencia. Sintió que la oscuridad ilusoria que lo había envuelto se disipaba a medida que la brillante luz de la sabiduría lo iluminaba. Había abierto dentro de si un estado de vida tan amplio como la imponente vista que se obtiene desde un mirador libre de obstáculos, emplazado en la cima de una elevada montaña.
Con esa aguda percepción, Siddartha fijo su interés en el karma de todos los seres vivos. Por su mente desfilaron las imágenes de toda clase de individuos que pasaban por ciclos interminables de nacimiento y muerte.